Sunday, May 27, 2018

LUCHA DE APELLIDOS


Por Nibaldo Calvo Buides 

Históricamente,  cuando las mujeres se casaban, tras sus nombres escribían “de” para señalar que ella pertenecía a tal o cual hombre, o utilizaban un guión entre el apellido de soltera y el de su esposo o, directamente, eliminaban el de su familia y adoptaban el de su esposo.  
Hoy en día, ha disminuido esa tendencia, y los hombres, quienes históricamente han sido señalados como máximos responsables de que sus esposas lleven sus apellidos, actúan con flexibilidad y mutuo acuerdo. 
“Llevar “de” era una señal del estatus de casada, que implicaba que los del sexo opuesto debían respetarla, y también para dejar bien claro sus valores. Ya saben, cosas de otras épocas. Así funcionaba la mentalidad de las personas en aquel entonces. 
“En la actualidad, aunque existe en Estados Unidos la tradición femenina de perder su apellido y adquirir el de su esposo, son más las mujeres que al casarse deciden mantener su apellido de soltera”,  así dice Guy Benjamín Gómez, hijos de puertorriqueños, quien vive en Louisville. 
Guy agrega: “Antes las mujeres eran prácticamente propiedades de los hombres, por eso al casarse perdían sus apellidos de solteras. Ellas no tenían opciones para decidir. Ahora vemos que es una decisión que se toma en pareja, después de pensar sobre el tema con detenimiento. Yo me casé aquí en Estados Unidos y mi esposa mantiene el apellido que siempre ha tenido. 
 “En consecuencia, si una mujer “pierde” su apellido y adopta el de su esposo, pudiera acarrearle algunas trabas en trámites oficiales, porque esa persona podría aparecer con doble identificación. Se puede dar mucho en el caso de hispanas que se casan con norteamericanos. Cuando ellas viajan a sus países de orígenes, allí en muchas oficinas siguen registradas con sus apellidos de solteras. ” 
En la década de los 90s el 23% de las mujeres casadas se pusieron el apellido de sus maridos, pero en la presente década solamente lo hizo el 18%, según un estudio de la publicación especializada Social Behavior and Personality. 
El estudio también dio a conocer que las chicas solteras que se desenvuelven en el campo de la medicina, las artes o el entretenimiento son más proclives a mantener sus apellidos de solteras aún después de casarse. Y la edad también hace una diferencia: las mujeres que se casan después de los 35 años suelen ser más proclives a mantener sus apellidos de solteras que aquellas que se casan entre los 20 o 24. 
Otro hispano, José Martínez, nos ofrece su criterio sobre el tema: “Soy cubano y nunca he conocido en Cuba a un matrimonio en el que la mujer lleve el apellido del esposo. Y en caso de existir, ten por seguro que sería fuertemente criticado.  Hoy en día no es común ver esa tendencia en cualquier país hispanohablante.  
“Vivo en Estados Unidos y mi esposa también es cubana, y por mi mente nunca me ha pasado la idea de que ella lleve mi apellido, por el hecho de vivir en este país que aún tiene esa cultura.  
“Yo abogo por la igualdad de derechos tanto de hombres como de mujeres. Yo consideraría incorrecto también si existiera alguna ley en la que los hombres tendrían que adoptar el apellido de sus esposas.  
“La mujer se casa para formar una familia al lado del hombre con el que desea compartir su vida, pero no es "de" nadie “, enfatiza José.  
Personalmente opino que cuando las mujeres al casarse adoptan el apellido de sus esposos, eso implica  pérdida de la identidad, desde el punto de vista del árbol genealógico, y también puede conllevar a la pérdida de la autoridad familiar, porque la esposa e hijos tendrán el mismo apellido del esposo de esta. En la mentalidad de los niños puede forjarse una dependencia grupal hacia el padre. 
Pero, a su vez, el adoptar el apellido de sus esposos no representa un cambio de la personalidad, referido al modo de pensar y actuar del ser humano. Todo depende de la conducta individual de la mujer y su nivel de preparación general integral. 
Opino también que debe ser una decisión tomada por la pareja en conjunto, y nunca debe ser un requisito legal y autoritario que obligue a la mujer a sentirse atada a los intereses de algún grupo machista. 

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